undefined
undefined
Cuando vi por primera vez el cuerpo recién nacido de mi sobrina (¡Cuánta fragilidad en un ser vivo!), no pude entender los temores previos, la alegría del momento ni las preocupaciones intuidas por los qué ahí estaban (léase: mi familia nuclear); para mí era como ver la oquedad colmando un tierno cúmulo de carne con movimiento autoinflingido, por lo demás me sentía aburrido y me preguntaba a qué hora saldríamos de ahí (no sea yo juzgado de manera precipitada, debo decir a mi favor que mi sobrina es el ser que más quiero [tenía que tejer una mínima hebra en entramado simbólico del universo, no basta con respirar] y cuya ausencia más deploro, debe ser aquello de la sartriana existencia que precede a la esencia).
La misma sensación de incomprensión me visitó cuando familiares cercanos de mis amigos fallecían; no tenía palabras, pues éstas usualmente se ven acompañadas de contenido y yo carecía de éste último (lo demás resulta hipocresía); la muerte resulta un concepto tan vacío, alejado de toda posibilidad humana. Y cuando murió mi abuelo, un vacío creado de repente, pero el mismo absurdo: un cuerpo no cambia nada, nazca o muera, amamos los procesos no los productos ni los resultados (cualquier psicoanalista de carrera trunca podría decir que falta que se muera la madre de uno, y cerca, pero no soy Monsieur Mersault). Un hilo nos une y separa del mundo, pienso cosas que son-en-el-mundo, si pensara en mi, soy en-el-mundo; cuan lejos estoy del mundo cada que lo pienso, cada que pienso cualquier cosa; cuan lejos estoy de una persona cada que al traigo al tribunal del recuerdo, ten lejos de sus sentimientos, de su vida.
Se trata del irremediable hecho de que nadie puede salir de su propio cuerpo y mucho menos de su pensamiento.
Sin embargo algunos se dan el lujo de asumir paliativos, desde los más dignos y elocuentes como la poesía hasta los más... que ojalá fueran los menos, como el reaggaetón; ¡Cuánto alivio se experimente al escapar de sí mismo! El bendito cosmos de la ipseidad.
Sensaciones como las descritas en los primeros dos párrafos son expresión de un camino fangoso que nos atasca, y todos en mayor o menor medida han estado atrapados en el infierno de la mismidad. Mejor dicho, es un purgatorio, un limbo, donde nos limpiamos de las determinantes historicosociopolíticas y de la existencia unitaria, seca, hermética del Yo: un vacío a final de cuentas.

La música de Bartók resuena en los laberintos de ese mundo intermedio, lo supe la primera vez que lo escuché; dios, el diablo o seguramente abraxas pusieron su obra ahí. Y la cosa cobró algún sentido racional (la explicación, la iluminiación (no la ilustrada sino la rimbaudiana)) y de identificación (pues comprendí los sentimientos de in-identificación con los otros) cuando me enteré que el compositor húngaro (o rumano según se interprete) está considerado dentro de los sospechosos para haber tenido síndrome Asperger (un padecimiento autístico que se resume a grosso modo en una dificultad para la empatía y vínculo emocional), junto a otros como Einstein, Nobokov, Wittgenstein y Andy Warhol.
Cuando una se adentra en Béla Bartók (sobre todo en su conceirto para cuerdas, percución y celesta a que nos referimos en este post) se comprende, entiende perfectamente ese mundo hermético, donde no cabe ninguna convención social (por ceirto, con su modalismo, Bartók se acerca ya a la música atonal), no cabe "lo afuera"; es música auténticamente para escucharse sólo (claro, la posmodernidad y su tecnología lo permite, aunque sigue sin compararse a su sentencia y ejecución en vivo).
Cualquier tonto notaría que esta obra no es alegre, pero no cualquiera notará que igual de lejos está de la tristeza, de la melancolía. Sería el fondo perfecto pra el Mito de Sísifo de Albert Camus (si vale la pena vivir o es mejor suicidarse es el único problema filosófico verdaderamente serio, comienza; pero la vida y la muerte pierden sentido por igual, concluye).
En lo personal recomiendo el primero y tercer movimieto de la música para cuerdas, percus y celesta (que resultará reconocido en El Resplandor de Kubrick, cuando tímidas pero enfermizas percusiones difunden el suspenso). Hay citas a Bartók en el rock progresivo, por ejemplo Emerson Lake & Palmer en "the barbarian". Algunos consideran a este compositor como el padre del rock progresivo y del math rock, algunos dicen que hay huellas claras de él en Don Caballero.
Ampliamente recomendado. Su concierto para viola y orquesta y para cuerdas, percusión y celesta. Para bajar:
http://rapidshare.com/files/132176619/Bartok_fur_saiteninstrumente.zip
(Gracias a http://sonido-clasico.blogspot.com/ )